Una noche, un repentino y catastrófico deslizamiento de tierra sepultó a este pequeño pueblo de montaña. Al día siguiente, cuando los rescatistas siguieron los gritos y cavaron en el suelo para abrir el techo, encontraron a una niña desnuda de dos o tres años acurrucada bajo las vigas del techo. Los rescatistas rápidamente sacaron a la niña, pero ella se negó a irse. La señalaron con sus deditos y gritaron: "Mamá——" Los rescatistas cavaron con cuidado un par de manos de barro vagamente expuestas y apareció una imagen emocionante. Frente a él: una mujer semidesnuda, de pie, con las manos levantadas por encima de la cabeza, como la escultura de un levantador de pesas... La mujer es ciega y tiene el cuerpo rígido. ¡Y debajo de ella, sacaron a otro hombre erguido! ¡Fue cuando una mujer se paró sobre los hombros de un hombre y levantó a la niña en alto con ambas manos que la niña milagrosamente se convirtió en la única sobreviviente del deslizamiento de tierra!
Ya sea un animal o un ser humano, sólo el amor de los padres se da en silencio sin pedir nada a cambio. Cuando están en juego la vida y la muerte, siempre se dan por vencidos y dejan la esperanza de vida a las generaciones futuras. El acto heroico de este padre ciego de sacrificarse para salvar a su hijo es una excelente interpretación del poder del amor maternal.
El amor es como una montaña, tan grande como una montaña, tan sublime como una montaña, tan espeso como una montaña... El amor maternal es una emoción primitiva. Sólo comprendiendo el amor de madre podemos amarnos a nosotros mismos, dejar que nuestra creación brille e iluminar nuestro camino futuro.