Si nos empeñamos en comparar una escuela con un hotel, los alumnos y padres no son los clientes que vienen a comer, sino los ingredientes que el hotel compra en el mercado. Lo que realmente se pone sobre la mesa es el gobierno que paga la educación.
Además, el restaurante de la escuela no tiene menú. Lo único que el cliente (gobierno) quiere comer son los ingredientes.
Aunque es un poco exagerado y cruel, la situación real es similar.