Cuando era un bebé aprendiendo a caminar, mi madre siempre me ayudaba y me animaba a levantarme cuando me caía. Cuando finalmente caí en sus brazos, sus ojos se llenaron de elogios. Más tarde, a medida que crecí, encontré más dificultades. Pero cuando me siento deprimida, los ojos de mi madre siempre me dan esperanza y aliento.
Mi madre tiene buen ojo para las palabras. Esos ojos pueden ver mi estado de ánimo, animarme y fortalecerme para poder afrontar todas las dificultades.
Cuando era pequeño, mi madre siempre me ayudaba y me animaba a levantarme cuando me caía. Cuando finalmente caminé hacia sus brazos, sus ojos se llenaron de elogios. He encontrado muchas dificultades desde que era niña, pero cuando me sentía frustrada, los ojos de mi madre siempre me daban esperanza y aliento. Una vez que suspendí un examen, mi madre no me culpó, sino que me animó a descubrir el motivo y mejorar mis notas. Finalmente lo superé. Ahora que soy mayor, ya no tengo que preocuparme por ella. Pero cada vez que encuentro contratiempos, los ojos de mi madre siempre están conmigo, animándome.