En el camino, los picos y montañas frente a mí seguían cambiando. Estaba embriagado por la diversión salvaje de hacer turismo solo por los senderos sinuosos y profundos, pero olvidé adónde iba.
El sol sale, la escarcha y la nieve se derriten, las montañas se vuelven cada vez más silenciosas y vacías, los estúpidos osos trepan lentamente a los árboles y los ciervos beben tranquilamente el agua gorgoteante del arroyo.
Sin casas ni humo a la vista, no puedo evitar preguntarme si alguien vive en las montañas. En ese momento, escuché el canto de un gallo en las montañas envueltas en niebla a lo lejos.