Iba caminando por la calle... un mendigo - un anciano frágil me detuvo.
Ojos rojos e hinchados y llorosos, labios azules, ropas ásperas y andrajosas, heridas sucias... ¡ah, qué le ha hecho la pobreza a este desdichado!
Me tendió una mano roja, hinchada, sucia... Gimió y pidió limosna.
Metí la mano en todos mis bolsillos... ni cartera, ni reloj, ni pañuelo... No traje nada.
Pero el mendigo espera... Su mano extendida se balancea débilmente y tiembla.
Me sentí abrumado y abrumado, sosteniendo con fuerza esta mano sucia y temblorosa: "¡Por favor, perdóname, hermano!""
Los ojos rojos e hinchados del mendigo se quedaron mirando. Me miró; sus labios azules sonrieron - apretó con fuerza mis dedos fríos
"¡No, hermano! Murmuró: "Estoy muy agradecido por esto. ¡Esto también es un favor para mi hermano!" ”
Lo sé. También recibí ayuda de mi hermano.
-Turgenev