Para nosotros fue interesante visitar el "Jardín Baicao" en Anji, Zhejiang. Ese día llegamos a un lugar llamado "Puente de los Cocodrilos". Cuando lo escuché sentí mucha curiosidad y llevé a mi madre al puente. Tan pronto como subí al puente, mi corazón tembló y no pude evitar mirar hacia abajo. ¡ah! Era un lago y supe inmediatamente que estaba sobre un puente colgante. No pude evitar sentir miedo. Mis manos sostenían la ropa de mi madre y mis pies temblaban levemente. "¡Está bien, no tengas miedo!" Mamá mostró una sonrisa amable, con dos pequeños hoyuelos como flores floreciendo en su rostro. La cálida sonrisa de mi madre me dio mucho coraje, mordí la bala y seguí adelante. De repente, el puente que acababa de estabilizarse comenzó a balancearse de un lado a otro, como por arte de magia. Agarré a mi madre con la mano izquierda y al pasamano con la derecha, y mi cuerpo se balanceaba de un lado a otro junto con el puente colgante. Pensé para mis adentros, estamos condenados. Esta vez podríamos caer al río. Si el puente se derrumba, los cocodrilos nos comerán. En ese momento, el miedo y la preocupación invadieron mi corazón. Sentí que mi sangre fluía hacia atrás, mis células se diseminaban y mis nervios estaban tensos... Entré en pánico y lamenté haberme subido a este puente fantasma. La sangre en mi pecho se solidificó en este momento. No sé qué rompió en mi corazón y mis lágrimas corrieron como caballos salvajes. "¡Ah!", grité, sin importarme lo que pensaran los demás.
Me agarré desesperadamente a la barandilla y miré hacia abajo y vi a un cocodrilo nadando alegremente bajo el puente con la boca bien abierta. De repente pensé: ¿Este cocodrilo atacará el tablero del puente? Luego, todos caímos al río y fuimos devorados por los cocodrilos... Pensando, pensando, cerré los ojos. De repente, recordé el famoso dicho de Defoe: "El miedo al peligro es diez mil veces más terrible que el peligro mismo". Sí, siempre que te deshagas del miedo, puedes llegar allí. Intenté respirar profundamente, intenté abrir los ojos, solté la mano de mi madre y me agarré a la barandilla del puente. En ese momento, el Padre Sol parecía acariciarme con sus cálidas manos y el pájaro parecía animarme. Mientras el puente se balanceaba, primero pasé con el pie izquierdo, luego con el derecho, tratando de mantener el equilibrio. De esta manera, completé todo el recorrido y llegué al otro lado del puente. Miré al cielo felizmente. Las nubes blancas me hacían sentir relajada y feliz, y mi corazón era más dulce que comer miel...
Ese valiente intento me hizo comprender una verdad: sólo puedo triunfar si me deshago del miedo al peligro. .