¿No volverás hasta que mis cabellos lleguen a mi cintura, mi Señor? Cada vez que corro hacia tus brazos, encuentro que la distancia nos separa.
Nos encontramos al amanecer y juramos la eternidad. ¡Es tu espada la que brilla en el trueno, y es tu lanza la que guarda la trinchera!
Si está borracho en el teatro, no os riáis de él, porque ha sonado la trompeta y las lágrimas han llamado. Un amigo vino del sur por la noche y me trajo un manojo de ramitas rojas. Cuando tu cabello llegue a tu cintura, regresaré triunfante. En el pasado, los caballos eran libres y desenfrenados, y todos eran jóvenes héroes. El este es de color rosa y el Lago del Oeste está brumoso. Con un arma y librando sangrientas batallas en todas direcciones, prometieron proteger la belleza de las montañas y los ríos. Debería llegar un día en el que regrese victorioso y pase una buena noche contigo. Quiero morir tomados de la mano, quisiera hacerme una bata con mi hijo.
¡Hasta que tus cabellos lleguen a tu cintura, volveré triunfante, señora mía! Recuerda los viejos tiempos de galopar y cargar; los jóvenes vigilantes, tú y yo.
Nos sumergimos en el atardecer del este; nos aventuramos en la bruma del oeste. Con lanza en mano y sangre en mi cuerpo, defenderé esta tierra hasta la muerte.
La victoria es un día donde pasamos la noche juntos. Que compartamos la eternidad, que compartamos las almas.