Después de entrenar a Jordan durante ocho temporadas, todavía admiro su profesionalidad. Este espíritu, incluso en la práctica, nos sigue motivando, sobre todo porque nunca se toma un día libre. Una cosa acerca de Jordan es que nunca se toma en serio ningún juego. Cuando regresé a la NBA por primera vez en 1984, mis tiros exteriores no eran muy precisos, así que comencé a practicar todo el día y la noche, disparando 100 veces al día. Finalmente se convirtió en un auténtico tirador de tres puntos. Su excelente capacidad defensiva en realidad no es innata. Y también necesita observar a su oponente, aprender cada uno de sus movimientos y luego practicar desesperadamente sus movimientos de intercepción. Es este esfuerzo dedicado el que hace que su ritmo y equilibrio sean perfectos.
Demasiados jóvenes en esta industria piensan que la única ventaja es el talento, pero Jordan no sigue a la multitud. Es muy consciente de sí mismo. Para mí, su actuación más destacada es su capacidad para convertir la debilidad en fortaleza.
Hay otra cualidad de Jordan que admiro mucho y es su desempeño en la cancha. A pesar de su extraordinaria fuerza, nunca menospreció a los demás, ya fueran compañeros u oponentes. A menudo echa una mano a los oponentes caídos. De ninguna manera es el tipo de persona que se beneficia a sí mismo a expensas de los demás, lo cual es un testimonio de su capacidad de liderazgo. Con su destacada actuación en la cancha, se ganó el respeto tanto de enemigos como de amigos.
Cada temporada, Jordan se toma un tiempo para llegar a los niños con enfermedades graves. Los consoló, se rió con ellos y les permitió descubrir la alegría del baloncesto. Después de que se retire, sólo espero que las generaciones más jóvenes, como Grant Hill y Kobe Bryant, puedan dejarse influenciar por él y aceptar la conciencia del juego limpio. Espero que la gente lo recuerde y no sólo su aura de campeonato. Por supuesto que me siento muy honrado de ser el entrenador de Jordan. Pero en realidad considero a Jordan más como un socio.