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Actualmente, es difícil rastrear las ballenas azules que se han extinguido debido a la pesca comercial. Al mismo tiempo, es difícil instalarles equipos de radio y la inspección visual no nos permite conocer directamente sus hábitos. A principios de este año, con la ayuda de la Marina de los EE. UU., los biólogos quedaron encantados al descubrir que podían rastrear una ballena azul durante 43 días para registrar sus sonidos. Todo esto se debe al equipo de vigilancia submarina transoceánico ultrasecreto utilizado anteriormente por la Marina de los EE. UU. Desde el final de la Guerra Fría, la Marina de los EE. UU. ha comenzado a compartir y divulgar parcialmente la red de vigilancia global que construyó hace décadas para monitorear enemigos potenciales, brindando a muchos científicos que trabajan en tecnología civil la oportunidad de ingresar a un campo completamente nuevo.

El seguimiento de las ballenas azules es sólo un ejemplo. En una conferencia reciente, los geocientíficos anunciaron que habían utilizado sistemas de monitoreo para observar de cerca una erupción volcánica en aguas profundas por primera vez y planeaban realizar investigaciones similares. Otros científicos también han propuesto utilizar la red para rastrear las corrientes oceánicas y medir los cambios en las temperaturas oceánicas y globales. Diferentes niveles de corrientes oceánicas pueden actuar para concentrar el sonido. Al igual que un estetoscopio, transmite los débiles sonidos desde el pecho del paciente hasta los oídos del médico. Este efecto de recolección de sonido es la razón principal por la cual los microsonidos correspondientes, especialmente los ruidos de baja frecuencia, pueden viajar miles de kilómetros en las corrientes oceánicas.