La fábula "El hombre inteligente" nos dice que no sólo debemos confiar en la apariencia de una persona, sino también en su interior. Las personas inteligentes suelen hablar de manera asombrosa.
Había un hombre sabio que escuchó que había un hombre muy generoso y hospitalario.
El sabio se vistió con ropas andrajosas y fue a casa de este hombre como huésped. El anfitrión no recibió mucho al huésped y ni siquiera lo invitó a comer.
El hombre inteligente no consiguió nada y volvió deprimido.
Al día siguiente, vestía ropa preciosa y fue a buscar a esta persona nuevamente. Cuando el maestro vio lo que vestía, inmediatamente lo invitó a pasar, le preparó un suntuoso banquete y lo agasajó hospitalariamente.
El sabio se burló, sacó unas cuantas monedas de cobre y las arrojó delante del maestro.
El maestro quedó confundido y le preguntó:
¿Por qué me diste el dinero?
El sabio respondió:
> "Ayer vestí ropa vieja y vine a tu casa, pero no me invitaste a comer. Hoy llevo esta ropa y me trataste como a un invitado distinguido. Eso demuestra que para ti, lo importante es no la persona, sino su ropa. Las personas inteligentes pueden recompensar tu amistad con sabiduría, pero los ricos sólo pueden darte dinero. Este dinero no te lo doy yo, sino mi ropa."