Sócrates era un idealista. Defendió abiertamente el idealismo teológico y creía que todo en el universo fue creado y controlado por Dios. Él cree que no hay leyes que seguir en la naturaleza y que no tiene sentido estudiar la naturaleza, pero se puede entender el alma humana. Según Sócrates, el hombre es un individuo libre con pensamientos, todas sus acciones están determinadas por la razón y el bien supremo es la sabiduría. Por lo tanto, abogó por que las personas no deberían explorar los fenómenos naturales, sino estudiar plenamente sus propias almas, explorar y encontrar la verdad eterna en el autoconocimiento y buscar la más alta buena sabiduría humana.
En opinión de Sócrates, la virtud no es innata sino que puede adquirirse mediante la exploración en la propia mente. Por ello, enfatizó que la educación es el proceso de guiar a los jóvenes estudiantes a mejorar su personalidad, es decir, el proceso de enseñar a las personas conocimiento y sabiduría. Creía que en Atenas, sólo los hijos aristocráticos de los dueños de esclavos tenían buenas habilidades de pensamiento y podían recibir educación y convertirse en gobernantes de un país con virtudes perfectas. Por ello, enfatizó que el propósito de la educación ateniense era cultivar "adquirir conocimiento conociéndose a uno mismo y, en última instancia, convertirse en una persona sabia y moralmente perfecta".