Este artículo examina la creación de la ciudad de York como destino turístico. Se sostiene que los cambios en los procesos de acumulación de capital en las sociedades industriales avanzadas condujeron a la revaluación y mercantilización del lugar. Parte de este proceso es la creación del patrimonio como un activo tangible en forma de narrativa espacial, que a su vez está vinculada a cambios en los patrones de actividad minorista de los consumidores. Se argumenta que el turismo no debe conceptualizarse como una actividad distinta sino más bien como una forma de consumo dentro del contexto del cambio local y global.
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