A principios de primavera, la tierra despierta de su letargo. El campo se llena con la fragancia de la tierra, y la hierba revela sus delicados capullos, mirando con curiosidad el mundo; las niñas visten ropas brillantes y cantan alegremente sobre la hierba verde brillante.
Todo es primavera, los arroyos susurran y las orillas se cubren de alfombras verde esmeralda. Mirando hacia arriba, la naturaleza es vibrante, embriagadora y fascinante. Sólo un roble permanecía en silencio. No se ponía ropa nueva, y su piel vieja, curtida y arrugada estaba desnuda; estaba erguido y erguido, con sus ramas secas apuntando directamente al cielo, como si alzara los brazos, implorando la misericordia de Dios. Pero su sangre se estancó, su chispa de vida desapareció y el duro invierno acabó con lo que le quedaba de vida.
Antes estaba lleno de energía y espíritu heroico. Sin embargo, desde que se quedó dormido, nunca más despertó.
A los pocos días vinieron varias personas. Demasiados cocineros lo cortaron, lo arrancaron de raíz, lo cargaron en camiones y se lo llevaron. Donde creció, sólo había un montón de loess.
Mi compañero y amigo de la infancia-Oak, ¡cuántas dulces fantasías me diste! Me gusta subirme a tu alto tronco y balancearme libremente sobre tus duras y elásticas ramas.
Muchas veces he descansado tranquilamente y pensado libremente bajo tu sombra tranquila y fresca. Ahora, esos dulces momentos se han ido de nuestra encantadora ciudad natal contigo.
Al pequeño roble le brotaron sus primeras hojas y estiró sus ramas por todos lados, llenando al instante el espacio que dejaste. Las robustas plántulas se convierten en imponentes árboles, bajo cuya sombra los niños reirán y jugarán, y los adultos descansarán y pensarán.