Durante la Primera Guerra Mundial, un soldado se ató el reloj a la muñeca para facilitar la lectura. Luego podía leer la hora levantando la muñeca, lo cual era mucho más cómodo que antes. En 1918, un relojero suizo llamado Zana Sanu se inspiró en la historia del soldado que ató el reloj a su muñeca. Después de una cuidadosa consideración, comenzó a hacer un reloj más pequeño y diseñó orificios en ambos lados del reloj para sujetar correas de cuero o metal para fijar el reloj en la muñeca. A partir de entonces, nació el reloj.