Primero que nada, no entraré en pánico, pero miraré mi retrato y preguntaré a mis compañeros, ¿quién lo pintó? Tanto físico como espiritual, ¡vale la pena coleccionarlos!
Luego se acercó con naturalidad, lo bajó, lo guardó y empezó la clase.
Si el autor de este cuadro lo admite, hablaré con él de arte después de clase y lo invitaré a pintar otro retrato mío. Esta vez lo enmarcaré como un tesoro. También espero que los estudiantes puedan hacer buen uso de sus talentos pictóricos y organizar bien su estudio y su vida.