En segundo lugar, es difícil implementar la gestión cuantitativa en muchos aspectos de la gestión educativa. Esto se debe a que, en última instancia, la gestión educativa debe implementarse en el trabajo escolar, y la formación de las personas en la escuela se ve afectada por muchos factores. Por ejemplo, nos resulta difícil elaborar estadísticas precisas sobre la gestión de la educación moral de una escuela.
En tercer lugar, la educación es una empresa de gran valor, por lo que la administración educativa a menudo implica cuestiones éticas que no suelen encontrarse en otros departamentos administrativos. Cuestiones morales y de valores. Como han dicho algunos estudiosos extranjeros, las escuelas son el centro de varios valores conflictivos en la sociedad. Desde esta perspectiva, es imposible que la administración educativa “permanezca neutral” como defienden algunos académicos.
En cuarto lugar, la evaluación de la eficacia del trabajo administrativo educativo es mucho más complicada que la evaluación de la eficacia de otro trabajo administrativo. Por ejemplo, nos resulta difícil evaluar el éxito de la gestión administrativa de una escuela secundaria en función de los resultados del examen de ingreso a la universidad de ese año, porque hay demasiados factores que influyen, muchos de los cuales son subjetivos e incontrolables. Esta dificultad en la evaluación trae consigo ciertas dificultades para el buen desempeño de las funciones administrativas educativas.
En quinto lugar, las actividades administrativas educativas se convierten fácilmente en el foco de atención social. La introducción de una política educativa suscita a menudo grandes repercusiones sociales porque abarca una amplia gama de ámbitos y también provocará acalorados debates en los círculos de opinión pública. Esta característica hace que en ocasiones las administraciones educativas tiendan a ser conservadoras y adopten una actitud muy cautelosa a la hora de formular nuevas políticas.