Cuando las personas sufren torturas severas, a menudo se sienten impotentes y miserables. Necesitan cuidado y amor de quienes los rodean y esperan escapar de su tormento.
Sin embargo, a veces el sufrimiento no es sólo dolor, sino crecimiento. En el doloroso proceso, las personas pueden aprender a afrontar mejor las dificultades y los desafíos y, así, crecer y desarrollarse.
En definitiva, la tortura es una forma de gran daño físico y mental que requiere cuidado y protección. Al mismo tiempo, también debemos darnos cuenta de que detrás de la tortura puede haber oportunidades de crecimiento y desarrollo.