Ese día estaba visitando la casa de mi tía, a decenas de kilómetros de distancia. Por la noche, después de recibir una llamada telefónica, mi tía de repente se puso seria. Mientras me ayudaba a empacar mi ropa, me pidió que me llevara a casa de inmediato. Le pregunté a mi tía qué me pasaba y me dijo que no hiciera tantas preguntas. De repente tuve una siniestra premonición en mi corazón, pero no me atreví a preguntarle, así que tuve que seguirla incómodamente hasta el taxi.
A las nueve de la noche, el coche finalmente se detuvo en la cabecera del pueblo. Antes de entrar a la casa, vi las luces muy encendidas y la gente ruidosa, mezclada con llanto. Mi corazón se apretó de repente. Entré a la casa en tres pasos y me encontré con mi abuela. Agarré a mi abuela y le pregunté qué estaba pasando en casa. Ella simplemente tomó mi mano y se secó las lágrimas sin decir una palabra. De repente solté mi mano y me lancé hacia mi aturdido padre, llorando y preguntándole: "¿Qué te pasa? ¿Qué te pasa?". Mi padre me miró y se atragantó y dijo: "Lele (el apodo de mi hermana) se ha ido". " "¿Dijiste qué?" No podía creer lo que oía. "Lele se ha ido", repitió papá de nuevo. Parecía haber caído repentinamente en un agujero de hielo. Sentí frío por todas partes y de repente perdí el conocimiento...
No sé cuánto tiempo tardé en despertar. Mi madre se sentó junto a la cama, me tomó la mano con fuerza y dijo entre sollozos: "Buena niña, finalmente te despertaste. Deja de asustar a tu madre, ella realmente no puede soportarlo, supe que lo sabía". Toda la historia: Por la mañana, mi madre llevó a mi hermana a trabajar a la fábrica de juguetes. Cuando necesitaba salir un rato, confié a mi hermana de cuatro años a una tía de la fábrica.