La Peste Negra cambió por completo la historia de Europa y del mundo. La consecuencia más directa es que a partir de entonces Europa e incluso países de todo el mundo otorgaron gran importancia a la prevención y el control de las enfermedades infecciosas. A menudo se la llama la "primera revolución de la salud" a nivel internacional. El aislamiento, la desinfección y las buenas prácticas de higiene continúan hasta el día de hoy. Desde el siglo XVIII, los países europeos han fortalecido activamente la construcción de instalaciones sanitarias básicas y el sistema de alcantarillado se ha mejorado integralmente. Hasta el día de hoy, la gente todavía se lamenta de las alcantarillas en forma de túneles en Londres, Inglaterra.
En la Europa medieval no existía ningún sistema de salud pública y la basura doméstica se tiraba en casa. Quizás el único sistema de salud pública sea la zanja de drenaje que atraviesa la ciudad frente a tu casa. Este entorno es muy propicio para la búsqueda de alimento por parte de los roedores. A la gente no le importa la higiene personal. Se bañan de forma rara y pueden provocar muchas pulgas. Sin duda, estas condiciones ambientales fueron un caldo de cultivo para los brotes de peste. Además, el tratamiento médico en la Edad Media consistía simplemente en vendar. En las etapas media y tardía de la epidemia, sólo el clero venía a orar por los pacientes y predicar, y no había ningún tratamiento eficaz. Más personas creen que este es el castigo de Dios sobre la humanidad y no pueden entender la plaga científicamente.
Las consecuencias económicas de la Peste Negra fueron de gran alcance. La peste dejó grandes zonas desiertas, murió un gran número de personas y hubo una extrema escasez de mano de obra. Los terratenientes querían convertir tierras cultivables en pastos con menos demanda humana, y los agricultores supervivientes se encontraban en una posición ventajosa, pasando de la servidumbre al trabajo asalariado.