La historia del cultivo de la uva en Provenza se remonta al año 600 a.C. En esa época, el pueblo Foucoa construyó la ciudad de Marsella e introdujo la uva en Francia por primera vez. Como resultado, Provenza se convirtió en la cuna de la tradición vitivinícola francesa. Sin embargo, apenas cuatro siglos después, la viticultura cruzó las fronteras de la Provenza, que estaba ocupada por los romanos. Los romanos ampliaron gradualmente el territorio de su imperio y se plantaron uvas por toda la Galia: Valerdo (Rhôcircne), Beaujolais, Borgoña, Gascuña y Burdeos.
La influencia de sacerdotes y nobles
Tras la decadencia del Imperio Romano, Provenza no retomó la plantación de vid hasta la Edad Media, bajo la influencia de grandes monasterios. Del siglo V al XII, el vino se elaboraba en las abadías de Saint-Victoire en Marsella, Saint-Honorat-sur-Eles de Lyons en Cannes, Niza y Sorone, y no sólo para beber o consumir durante la misa. La mayor parte de los beneficios de la venta de estos vinos se utilizaron para construir edificios religiosos. A partir del siglo XIV, muchas familias aristocráticas, celebridades imperiales y altos funcionarios del ejército real comenzaron a comprar y explotar viñedos en Provenza, y poco a poco se formó la moderna zona de producción de Provenza.
El desastre de la filoxera
Aunque llegó más tarde que otras zonas de producción francesas, Provenza comenzó a ser atacada por la filoxera en 1880. Este pulgón, originario del este de Estados Unidos, ha destruido casi todos los viñedos de Provenza al alimentarse de raíces de uva. Posteriormente, las personas que sobrevivieron al desastre reconstruyeron el viñedo injertando vides francesas en vides americanas resistentes a la filoxera. Provenza invirtió mucha tecnología y poder financiero para recuperar poco a poco su vitalidad.