En las calles y callejones poco concurridos, la elegante brisa sopla en tu rostro. Te sentirás renovado y te olvidarás del cansancio y las preocupaciones.
En el río, al fondo de la acequia, de vez en cuando se escuchan los claros y suaves cantos de los pájaros carrizo. Cuando te adentras en los juncos, no puedes ver nada afuera. A la brisa le gusta jugar con el movimiento de la falda y la suona, sorprendiendo a los transeúntes. El mundo es frío, el estado de las cosas es frío y la brisa más suave no cuenta ninguna historia.