Mi madre y yo nos pusimos rápidamente los impermeables, ¡crujiendo! ¡Ding dong! Gotas de lluvia del tamaño de monedas de cobre golpearon rítmicamente el impermeable y la lluvia cayó al suelo y formó un arroyo. La carretera se convirtió en un vasto océano y el coche avanzó frenéticamente, salpicando una pared de agua de más de un metro de altura, como si el coche tuviera dos poderosas alas plateadas, navegando con el viento y la lluvia.
En un instante, las gotas de lluvia formaron una línea y, con un estallido, la fuerte lluvia pareció colapsar.