Cada mañana, cuando sale el sol, comenzamos el espectáculo con diversas responsabilidades y presiones. Parece que nos topamos con el mismo personaje todos los días, pero nunca podemos repetir el mismo proceso, ya sea de felicidad o de dolor. Las personas se relajan o corren, disfrutan o luchan, cumpliendo sus respectivos roles con diferentes propósitos.
Ni siquiera un breve descanso al mediodía pudo eliminar el cansancio que había existido desde la mañana, y continuó soportando una carga cada vez más pesada con las fuerzas que le quedaban y su legendaria voluntad que podía inspirarse infinitamente. Finalmente, a altas horas de la noche, nadie perturbará tu vida en silencio. Parece que en este momento puedes sentir un pequeño espacio que realmente te pertenece. Cuando quieres disfrutar de esta rara libertad, tus ojos son arrastrados por tu cuerpo cansado y no puedes abrirlos. Entonces te pones todas las máscaras cansadas que no puedes quitarte y cierras el telón de la actuación del día.
No sé cuántos días y noches al año paso así. No sé cuando perdí la fantasía, la curiosidad y el deseo. De repente, me di cuenta de que antes de que tuviera tiempo de reflexionar sobre ello, mi juventud hacía mucho que había dejado de existir. Mucha felicidad, belleza, juventud y sol, al igual que los árboles verdes y las flores rojas en pleno verano, quedan instantáneamente cubiertos por hielo y nieve.
Ha pasado un año, cuanto he hecho y cuanto he ganado. ¿Dibujar una historia de vida me ayudará a recordar mejor? Pensando en ello ahora, solo tengo un corazón débil para recordar esos débiles recuerdos.