La chica del otoño caminaba con pasos ligeros. Las hojas perdieron gradualmente su brillo verde y, sin saberlo, se transformaron en vestidos dorados. Sopla el viento otoñal, las hojas caídas vuelan, dejando una gran superficie en el suelo.
Una gran parte. Cogí una hoja de ginkgo y la acaricié con cuidado en mi mano. No es suave, pero tampoco es áspero. El viento otoñal le quitó la humedad y la puso un poco dura. Hay un pequeño hueco en medio de las hojas, como si fuera alguien.
Mi corazón está destrozado. Puse las hojas al sol y las miré, y los meridianos se aclararon. Lo puse frente a mi nariz y respiré profundamente. Una leve fragancia entra en mi corazón, es el aliento de la naturaleza. Lo levanté.
Mirando el árbol de ginkgo, muchas hojas forman una gran familia, y cada hoja es parte de ella. ¡La naturaleza es realmente genial! Estas hojas de ginkgo no conocen el significado de la muerte ni saben si llegará la primavera.
Nacen para el gran árbol, e innumerables hojas hacen el mismo trabajo: dedicar sus vidas al gran árbol. Estas hojas son tan simples que viven en la oscuridad sin publicidad. Se convierten en mariposas sólo una vez, al final de sus vidas.
Volando por el cielo, las hojas eventualmente regresarán a sus raíces. Las hojas de otoño no son tan vibrantes como las de primavera, pero no son tan maduras como las de primavera, porque saben lo que es la dedicación desinteresada, como ahora, por el ciclo de la vida. Para contar esas historias hermosas y lejanas.
Algunas personas dicen que el otoño es una buena cosecha, pero yo creo que es alegre.
En el campus, un grupo de gansos voladores pasó por encima, mirando hacia abajo. Sopló una brisa y pasó flotando una hoja de arce amarilla. Aunque no hay olor a osmanthus perfumado en la escuela, hay huellas de hojas caídas. Si las golondrinas son los ángeles que anuncian la primavera en el campus, las hojas caídas son los pilluelos que dan la bienvenida al otoño.
En el pequeño parterre hay un arce. Es tan próspero que abre sus hojas para dar la bienvenida a la llegada del otoño. Cuando sopla el viento, una gran cantidad de hojas de arce caen una tras otra, bailando como mariposas, extendiendo sus alas como oropéndolas y como bailarinas en el aire.
Gira suavemente en el medio, ¡hermoso! El viejo alcanforero que hay al lado del parque infantil está listo. Cuando llegue el otoño, las hojas de alcanfor caerán de las ramas sin dudarlo y volverán al abrazo de la Madre Tierra. Volaron hasta las copas de los árboles y se convirtieron en pequeñas flores.
Vamos, volaron hasta el salón de clases, cantaron y bailaron con sus compañeros, volaron al suelo y allí se dieron un beso íntimo con su hermana. El suelo estaba cubierto de hojas caídas, como un espeso manto dorado.
¡Ah, hojas caídas en el campus, grupo de pequeños vagabundos del mundo, dejad vuestras huellas en mis palabras!