Pídele a Dios que traduzca del inglés al chino.

Si chocara contra un poste de teléfono mientras caminaba por la calle, su madre le diría: ¡Cuidado con el camino! Él decía, no es culpa mía, es el poste el que se mueve.

Este es un extracto de una fábula que ilustra cómo un niño pequeño es bueno poniendo excusas para sí mismo. El texto original es así.

Había una vez un niño que siempre tenía una excusa cada vez que hacía algo mal. Nada es culpa suya.

Si derramaba un poco de leche, su madre lo regañaba por preocuparse. Él decía: "No es culpa mía, mamá. La leche saltó de mi taza". Si golpeaba un poste de teléfono mientras caminaba por la calle, su mamá le decía: "¡Mira por dónde vas!". decía: "No es mi culpa, mamá, el poste se movió". Si se levantaba tarde en la mañana, su madre decía: "¡Llegas tarde!". Él decía: "No es mi culpa, mamá. El sol". llega tarde."

A veces sus excusas son ridículas porque no importa lo que haga. Sin embargo, a veces no tienen gracia porque lo que hace es malo.

Un día, su madre escuchó un ruido. Corrió para averiguar cuál era el problema y encontró fragmentos de su mejor jarrón esparcidos al pie de las escaleras. El niño estaba parado en lo alto de las escaleras. "¿Empujaste mi jarrón por las escaleras?", le gritó. "No es mi culpa", dijo el niño. "Es culpa del jarrón. Sólo bajé un escalón. El resto del camino cayó así."