Como dijo un funcionario del Comité Organizador Olímpico de Londres: "Los deportes enseñan a los niños cómo ganar y perder juegos con dignidad. En el pasado, a menudo nos centrábamos en la gloria de la victoria, pero nunca". Sin perfeccionar una cualidad psicológica tan fuerte, también estamos dispuestos a aceptar una amarga derrota.
Es cierto que cuando la victoria sea coronada, la llama de la gloria nos permitirá mostrar fácilmente a la generación una fuerte confianza y orgullo. Aunque miles de personas han fallecido, el estadio nos enseña más sobre cómo afrontar los reveses después de un sombrío fracaso, refinar los reveses para convertirlos en catalizadores para el crecimiento vigoroso del alma y preparar un futuro brillante desde el abismo.
Recordemos la final del Mundial, la selección croata lamentablemente perdió. La presidenta secó suavemente las lágrimas de las comisuras de los ojos del capitán Modric y lo llamó héroe nacional. Escenas así hacen que la gente se sienta cálida. De hecho, para nosotros, el fracaso no debería ser una tumba devastada, sino un hito indeleble en nuestra lucha.
Si asumes la gloriosa misión colectiva, sin importar si ganas o pierdes, tu figura de carrera dura quedará profundamente grabada en la mente de todos. No solo eres digno y digno, sino que también eres muy alto y admirable. Si derramas innumerables sudor caliente en busca de la victoria, incluso si al final pierdes la victoria, tendrás más que solo dignidad y nobleza. Tu actitud firme y alegre también se convertirá en el capital supremo del próximo. Juego, tan vigoroso, vida sin fin.
En esta era donde la frustración y la decadencia impregnan el espíritu de los jóvenes, la situación cambiante en el campo nos ha dado una vela brillante para despejar la niebla y reavivar un corazón amplio.
Los jóvenes necesitan ejercicio, y nosotros también necesitamos ejercicio para lavar el polvo de nuestras almas. Nos inspira. El llamado juego no es una lucha a vida o muerte, sino un ciclo tras otro. Desafiarte constantemente y superar tus límites es la escalera entre ganar y perder.
Ante el éxito, debemos cabalgar sobre el viento y las olas y mantener la cabeza en alto. Ante el fracaso, nuestra dignidad y nobleza no se muestran a plena luz del día, sino que se esconden en lo más profundo de nuestro corazón. Es una especie de estado desenfrenado de observar los altibajos del sol y la luna, una especie de estado desenfrenado de estar en un punto bajo y una especie de arrogancia.
La dignidad del perdedor nos sostendrá, escalando una y otra vez picos peligrosos, cruzando una y otra vez el mar del sufrimiento, cantando en el barro, rompiendo el hielo, para que la victoria lo que viene según lo prometido hará que nuestras almas se regocijen: esa es mi vida, esa es una conciencia tranquila.
La competición en el campo es sólo un simulacro, y los competidores en la vida son reales. Sin embargo, si usted y yo podemos recordar la filosofía del deporte, qué generación tan mágica es: cada individuo crece tenazmente bajo el susurro del viento y la lluvia. Un día, esa era que solo nos pertenece a nosotros se mantendrá firme.