En Occidente, el médico británico Henry Foulds fue el primero en proponer la identificación dactilar de los delincuentes. En 1880, la revista británica "Nature" publicó su carta, en la que afirmaba que "cuando las huellas dactilares de sangre dejan huellas en la suciedad, tazas y otras cosas, pueden conducir a métodos científicos para probar la identidad de los delincuentes". El científico británico Francis Galton creó una tecnología de clasificación y codificación de huellas dactilares basada en el trabajo de sus predecesores y publicó la monografía "Fingerprints" en 1982. Entre ellas, hay tres conclusiones importantes:
(1) Las huellas dactilares permanecen sin cambios durante toda la vida;
(2) Las huellas dactilares se pueden identificar;
(3) Las huellas dactilares se pueden clasificar.
J. Busetti se inspiró en la investigación de Galton en 1892 y creó un método práctico de clasificación de huellas dactilares. Introdujo en detalle las ventajas de la toma de huellas dactilares en su libro "Introducción a la antropología y el uso de las huellas dactilares", que convirtió a la policía argentina en la primera del mundo en utilizar las huellas dactilares en 1896. Después de esto, la tecnología moderna de huellas dactilares se hizo popular entre la policía del mundo, y finalmente reemplazó a la popular antropometría Betillon (una combinación de antropometría, descripciones y fotografías para identificar a los delincuentes).
Durante más de 100 años, las huellas dactilares se han considerado un medio fiable para distinguir diferentes personas. En la era de la informática, los sistemas automáticos de identificación de huellas dactilares se utilizan más ampliamente en la identificación de delincuentes. En el diseño de sistemas de control de acceso, el uso de las huellas dactilares como tecnología de identificación no se reconoció realmente hasta aproximadamente 1972.