Por ejemplo, la industria de la restauración japonesa tiene la norma de que los platos deben lavarse siete veces con agua y pagarse por pieza. Un estudiante a tiempo parcial lavó su ropa dos veces menos para mejorar la eficiencia. Durante la inspección, el jefe utilizó papel de prueba para comprobar que la limpieza de los platos no era la adecuada y preguntó a los estudiantes. Ella dijo plausiblemente: "¿No quedará limpio después de lavarlo cinco veces?" El jefe dijo con firmeza: "Eres deshonesto, por favor vete". El estudiante tuvo que solicitar trabajo en otro restaurante. El jefe lo miró largo rato y le dijo: "Tú eres el estudiante que solo lavó los platos cinco veces. Lo siento, no lo necesitamos. La segunda, la tercera... se golpeó contra la pared muchas veces". No sólo eso, su arrendador también le pidió que se marchara. Desesperada, tuvo que mudarse fuera de la ciudad.
La honestidad y la confiabilidad son las virtudes tradicionales de la nación china y han estado integradas durante mucho tiempo en la sangre de nuestra nación. Hagamos lo que hagamos, debemos ser honestos. Puede que no haya lugar para la gente deshonesta. Innumerables hechos nos dicen que si no cumplimos nuestras promesas y violamos nuestros acuerdos con otros, habrá una crisis de confianza.
El ejemplo anterior nos dice que “la gente que no cree no sabe lo que puede hacer”, por eso debemos ser honestos. La experiencia de la vida nos dice que las personas deshonestas pueden engañar a los demás durante un tiempo, pero no pueden engañarlos durante toda la vida. Una vez descubierto, será difícil para esa persona hacerse un hueco en la sociedad, lo que resultará en daño tanto para él como para los demás.
La honestidad es el principio básico en el trato con las personas. Entonces deberíamos ser honestos.