Un domingo hacía mucho calor. El sol pegaba fuerte y el asfalto estaba blando. La cigarra seguía gritando en el árbol: "Hace tanto calor... hace tanto calor..." Estaba caminando a casa desde la puerta, pensando para mis adentros: Mamá y papá no deben querer salir a la habitación con aire acondicionado en un día tan caluroso. ¡Quiero comer sorbete cuando llegue a casa con este clima! Así de simple, estoy a mitad de camino.
En la esquina, una tía limpiadora está barriendo el suelo. Cuando entré, vi grandes gotas de sudor corriendo por el rostro de mi tía. A la luz del sol, parece brillante, como un diamante. Me quedé atónito al ver a mi tía barrer el suelo y saqué un pañuelo para secarme el sudor. En ese momento vi el hermoso rostro de mi tía, que era una belleza desinteresada. Miré mi reloj. Dios mío, me tengo que ir. Corrí como un ciervo, pensando mientras corría: Mi tía no se quejaba de barrer el piso al sol, yo todavía era un joven pionero...
Cuando llegué a casa, por primera vez Sentí que el camino a casa estaba muy lejos.