Renuncia a las tres frases más clásicas

Las tres frases más clásicas son las siguientes:

1. Esté dispuesto a sonreír y ganar amistad; renunciar a la apariencia y ganar la realidad; renunciar a la disipación y ganar salud; abandona el mundo mortal y alcanza la Budeidad. Lo que pagas es lo que obtienes.

2. Tener voluntad es una elección sabia. En el camino de la vida, nos enfrentamos constantemente a opciones. Rendirse es una estrategia que consiste en retroceder para avanzar y defender para atacar. Sólo renunciando a algunas cosas superficiales se pueden obtener más oportunidades y posibilidades. Ésta es la sabiduría de darse por vencido.

3. Ríndete y conseguirás algo. La vida se trata de mitad rendirse y mitad rendirse. No puedes conseguirlo todo. Quienes tengan voluntad, voluntad, talento y sepan elegir no perderán mucho.

Historias sobre celebridades que están dispuestas a darse por vencido

1. Guan renunció a su cargo y vivió recluido.

Guan es un estudiante de primer año en la academia militar y alguna vez ocupó un puesto importante en el ejército. Después de una larga campaña y los altibajos de su carrera oficial, poco a poco fue comprendiendo su carrera oficial en la primera mitad de su vida. En el otoño de 1949, dimitió como comandante en jefe del ejército, se retiró del ejército, se negó a volar a la provincia de Taiwán y vivió recluido en Hong Kong.

A partir de entonces no participó en ninguna reunión política ni actividad social, ni se reunió con ningún periodista. Rompió todos los vínculos con el antiguo partido, el gobierno y el ejército, y disfrutaba leyendo y escribiendo durante todo el día. Durante este período, su hijo, Chiang Ching-kuo, lo invitó muchas veces a trabajar en la provincia y en Taiwán, y le prometió funcionarios de alto rango y salarios generosos, pero él declinó cortésmente. Desde los 44 años hasta su muerte a los 85 años, vivió una vida solitaria.

2. La princesa Wencheng entra en el Tíbet

A un lado hay un magnífico palacio donde se reúnen familiares y amigos, y al otro lado hay una yurta baja y solitaria. Sin embargo, frente a las ardientes expectativas de su padre y el deseo de estabilidad del pueblo de la dinastía Tang, la princesa Wencheng renunció resueltamente a su vida rica. Dejó su amada tierra y a los parientes con los que vivía día y noche, y caminó hacia lo profundo de la meseta con el sonido del auto sonando. En el momento en que se dio la vuelta, las semillas de la justicia nacional brotaron, florecieron y florecieron en su corazón.