En general, existen varias razones que explican este fenómeno. En primer lugar, la falta de conciencia sobre la conducción segura puede ser una de las razones principales. La gente asiste a más eventos o fiestas en las que beben licores fuertes que nunca. Luego pueden emborracharse pero seguir conduciendo. En segundo lugar, es posible que no se apliquen estrictamente leyes y reglamentos para advertir a las personas contra la conducción bajo los efectos del alcohol. Si seguimos haciendo la vista gorda y escuchando pero no escuchamos, conducir en estado de ebriedad tendrá inevitablemente graves consecuencias. En primer lugar, este comportamiento amenaza directamente la seguridad de conductores, pasajeros y peatones, provocando accidentes de tráfico, lesiones e incluso la muerte. Además, tratar a personas heridas y reparar automóviles averiados representa una importante pérdida de dinero, tiempo y recursos.
Considerando la gravedad del problema, se deben tomar medidas efectivas antes de que la situación empeore. En primer lugar, es necesario reforzar el papel supervisor de las leyes y reglamentos e imponer sanciones severas a los conductores en estado de ebriedad. En segundo lugar, se debería lanzar una campaña educativa más amplia para concienciar al público sobre la importancia de una conducción segura. Con estas medidas en vigor, creo firmemente que conducir en estado de ebriedad será cosa del pasado.