En 1960, había aproximadamente 40 millones de televisores en los hogares estadounidenses. Formalmente, la televisión es más persuasiva y atractiva que las iglesias, las escuelas, los periódicos o la literatura. Kennedy era plenamente consciente de las graves consecuencias que tendría un debate televisado. Su única esperanza es estar completamente preparado y obtener suficiente información. Con la esperanza de una victoria final, sus ayudantes comprimieron el material en tarjetas y pasaron horas repasando los hechos y cifras sobre cada tema del país, cada acusación de Kennedy y cada contraacusación de Nixon. Se celebraron varias reuniones en la azotea de su hotel, en el salón y en su dormitorio. Los asistentes le hicieron todas las preguntas difíciles y delicadas imaginables.