Tus hijos no son tus hijos, son hijos nacidos del deseo de la vida por sí misma.
Nacieron a través de ti, pero no de ti. Aunque están a tu lado, no te pertenecen.
Puedes darles amor, no tus pensamientos, porque ellos tienen sus propios pensamientos.
Puedes proteger sus cuerpos, pero no sus almas, porque sus almas viven en un mañana con el que ni siquiera puedes soñar.
Necesitas aprender de ellos, no agradarles.
Porque la vida no retrocederá, ni se quedará en el ayer.
Tú eres el arco, y los niños son las flechas vivas disparadas desde tu cuerda.
El arquero mira el objetivo en el camino hacia la eternidad, y utilizará todas sus fuerzas para alejarte y que sus flechas puedan dispararse rápido y lejos.
¡Doblaos de alegría en manos de los arqueros! Porque ama tanto la flecha voladora como el arco quieto.