Una carta a la señora de la limpieza del colegio.

Limpiador:

¡Hola!

Aunque no puedo llamarte por tu nombre, tal vez nos conocimos por casualidad, simplemente nos conocimos de prisa, en Date prisa Aunque he pasado, tu figura está en todas partes. Tu figura siempre aparece frente a mis ojos y queda profundamente grabada en mi corazón. .En el vasto mar de gente, llevas un chaleco naranja, al lado de la carretera, en la calle, en el callejón... tu espalda ocupada contiene el espíritu de dedicación silenciosa, y tu cuerpo ordinario esconde un fuego ¡corazón!

Cada vez que el viento otoñal sopla sin sentido, las hojas amarillas caídas son arrastradas por el viento, volando y cayendo por todas partes. Debajo del gran árbol al costado del camino, sostienes una escoba y barres las gruesas hojas caídas. Cuando el viento vuelve a levantarse, el suelo limpio vuelve a estar cubierto de hojas caídas. Eres como un guerrero que siempre está esperando, y te tomas la molestia de barrer. El sudor gotea de tu frente y penetra tu ropa. El tiempo vuela y pasa un día mientras trabajas nerviosamente. ¡Bajo el sol poniente, arrastraste tu cuerpo cansado y barriste toda la calle! Qué asombroso. Con tus incesantes esfuerzos, una calle y una ciudad han sido embellecidas por ti. Cuando los peatones y los vehículos pasan por la carretera limpia, tú, empapado en el sudor de tu arduo trabajo, sonríes en silencio.

El otoño se fue inconscientemente, y el viento frío del invierno corría por todas partes. Cuando la gente todavía tiene miedo del frío intenso y no se atreve a salir, usted sale a la calle en el cielo brumoso. El viento aullaba y los plátanos a ambos lados de la calle dejaban caer sus últimas hojas. El sonido de una escoba barriendo el suelo llegó desde la distancia, y una figura que era a la vez familiar y desconocida estaba barriendo el suelo en el sendero del parque. ¡Eres tú! El viento frío te revolvía el pelo y el sudor mojaba tu ropa, pero aun así barrías el suelo sin darte cuenta. En una estación tan fría, barrías y barrías sin remordimientos... El sol empezó a asomar. de las nubes, y un rayo de sol dorado brilla sobre ti. Tu sudor brilla al sol. Te ves tan alta y hermosa al sol.

Día tras día, año tras año, bajo cada sol de la mañana y cada atardecer, tú estás ahí. Cansancio, penurias, dolores... de todo te pasó, y todo lo superaste con tenacidad. Gracias limpiadora, eres la esteticista de la ciudad, eres la mensajera del amor en la ciudad, eres una gran trabajadora. Gracias a ti, las calles y callejones de las ciudades y pueblos se vuelven hermosos y ordenados.

Cuando pienso en ti una y otra vez, el respeto surge espontáneamente, y no hay palabras que puedan expresar mi agradecimiento hacia ti. Hoy, en un día normal, te escribo una carta para expresarte mi amor y mi gratitud.

¡Te deseo buena salud

!

Un estudiante que te aprecia: