Los pastizales interminables, frescos y verdes, se extienden planos. Las tiendas de campaña, como niñas tímidas en este océano verde, se cubren con el humo que se eleva lentamente. Esta es mi ciudad natal, la pradera del norte del Tíbet que tanto amo.
Las praderas del norte del Tíbet son muy suaves. Bajo el sol, la hierba verde brilla con colores encantadores. Lo más atractivo son las ovejas blancas como la nieve, que comen tranquilamente la tierna hierba en medio del suave canto de la pastora. Los niños tibetanos pastan, montan caballos altos, corren, juegan, hablan y ríen...
El verde es la vida de la naturaleza. En esta vida verde, hay algunas flores coloridas como estrellas, como muchas flores bailando sobre la hierba. A lo lejos, el agua del río es como una cinta plateada, brillando al sol. El aroma del té con mantequilla, el vino de cebada de las tierras altas y la carne de res se desborda, añadiendo un aliento fresco a las praderas del norte del Tíbet. No pude evitar admirar en mi corazón: ¡Hermosa! Es realmente emocionante.
En agosto se celebrará aquí una gran fiesta de la cosecha. Los agricultores acudirán a los campos para ver los cultivos y realizar carreras de caballos, corridas de toros, tiro con arco y otras actividades.
En ese momento, hermosas muchachas se pondrán hermosas ropas, sostendrán hada blanca y preciosos cuencos de madera, los llenarán con vino de cebada de las tierras altas y brindarán a los invitados de todo el mundo con dulces cantos.
¡Con el sonido nítido del látigo, comienza la carrera de caballos! Los valientes muchachos montaron en sus caballos y galoparon por la pradera. El joven de enfrente, bajo el sol, tiene un rostro moreno y un cuerpo fuerte, lo que da a la gente una sensación de vigor y fuerza. Mirándolo, pensarás en un águila volando alto sobre la pradera.
¡Ah! Esta tierra es rica en agua y pasto, y las ovejas de Mazhuang son gordas. La gente aquí es trabajadora, hospitalaria, hermosa y amable. Aplaudo, estoy emocionado por mi ciudad natal, por mis praderas del norte del Tíbet.
Cuando volví a mirarlo con cariño, escuché canciones una tras otra: "Hermosa pradera, mi ciudad natal..."