Ensayo de 500 palabras sobre el polvo en la esquina

Se sentó en silencio en un rincón discreto de la última fila del salón de clases. No era alto y no tenía compañero de escritorio. Sólo tenía la escoba en un rincón y el polvo en el último alféizar de la ventana para acompañarlo durante todo el día. No era apropiado. Pasó la mayor parte del tiempo en la escuela sentado tranquilamente en ese rincón, mirando el alféizar de la ventana que nunca había sido limpiado...

Una tarde, en clase de matemáticas.

Un rayo de sol invernal atravesó perezosamente la ventana del fondo del aula, se disparó hacia la esquina y también lo golpeó. La profesora de matemáticas tomó la tiza y rápidamente escribió una pregunta de "cinco estrellas" en la pizarra para que todos la hicieran. No dejó de pensar. Habitualmente apoyaba la cabeza sobre el pecho y dejaba que el bolígrafo que tenía en la mano dibujara mecánicamente varias figuras geométricas. El tiempo vuela entre las cejas fruncidas y la punta del bolígrafo que gira. El aula está muy silenciosa.

¡Por fin ocurrió el milagro! No sé dónde lo ayudaron los dioses en secreto, pero encontró un atajo para resolver el problema. Miró a su alrededor. Ouyang Jiawei, conocido como el "Príncipe de las Matemáticas" en esta clase, todavía tenía el ceño fruncido y la punta de su bolígrafo seguía girando. No podía creer este hecho. Pero después de varias inspecciones, le dije una y otra vez: ¡Eres genial! Levantó la cabeza, ansioso por que el profesor lo viera desde un rincón con ojos sorprendidos. Pero los ojos del profesor nunca aflojaron, siempre mirando a aquellas personas destacadas. Después de un largo silencio, la profesora parecía un poco impaciente con sus "alumnos favoritos" y no estaba dispuesta a apartar la mirada de ellos. Realmente no me atrevía a levantar la mano. Muy pocas personas levantaron la mano. Esperaba las preguntas del maestro con ojos ansiosos. Pero su rincón estaba tan lejos, tan lejos...

Volvió a aflojar los puños cerrados, bajó la cabeza dolorido y volvió a comparar cuidadosamente sus respuestas. Descubrió que su respuesta era mucho más sencilla que el método del pizarrón. Estaba otra vez con alfileres y agujas, mirando expectante a la maestra. Espera con ansias esta oportunidad. Esta vez tuvo suerte porque la maestra sonreía ante el polvo que flotaba en el alféizar de la ventana. Los ojos del maestro lo miraron, mirándolo sin comprender.

"¿Qué te pasa?"

"...Sólo...esa pregunta..."

"Oh, no ¡Entiende esta pregunta! No importa, ¡siéntate!"

Se sentó allí sin comprender, como polvo en un rincón que nunca llamaría la atención...