Del emperador Francisco, la princesa que fue elegida reina, y su padre, el duque Max, que estaba contento con su vida pastoral, lo que la gente ve es que se rebelaron contra las tradiciones aristocráticas, se opusieron a la burocracia palaciega y Perseguimos la libertad, amamos la vida, abrazamos la naturaleza y nos conectamos con el carácter y los ideales de la gente común.
Las princesas de la película tienen prototipos históricos. La princesa histórica Sissi es Isabel, que nació en Munich, Baviera en 1837.
En 1853, cuando Isabel tenía 15 años, se fue a Austria con su familia. A la edad de 23 años, el emperador de Austria y su primo Francisco José I, que había reinado durante cinco años, se enamoraron inesperadamente de ella. Desde el principio, Isabel tuvo dificultades para aceptar las estrictas reglas palaciegas utilizadas en la corte de los Habsburgo, por lo que estuvo muy aislada en palacio.
El emperador Francisco era digno y diligente y recibió una estricta educación cortesana, mientras que Isabel creció libremente entre los hermosos lagos y montañas de Baviera. Le gustaba montar a caballo, leer y el arte, cosas que estaban fuera del alcance de la corte de Viena y poco a poco quedaron fuera de lugar.
Francisco el Emperador Amarillo reinó durante 68 años y de hecho experimentó el largo y doloroso declive y colapso de un poderoso imperio. Los complejos asuntos del imperio le distraían de ver a menudo a su esposa. Aunque Isabel era una reina cara, no estaba contenta. Dio a luz a tres hijos poco después de casarse, pero la emperatriz viuda Cixi creía que no podía educar a sus hijos, por lo que no se le permitía tener ninguna influencia en su educación, y su relación con su marido comenzó a deteriorarse.
Poco después abandonó Austria debido a una enfermedad pulmonar infecciosa y comenzó un largo viaje por toda Europa. En 1889, cuando Isabel tenía 52 años, su hijo, el príncipe Rodolfo de Austria, de 30 años, se suicidó. Este golpe deprimió aún más a Elizabeth. Viajar no sólo se convirtió en el sentido de su vida, sino que también la ayudó a escapar de su propio dolor.
En 1898, en Ginebra, un anarquista italiano mató a puñaladas a Isabel con una lima afilada. Isabel tenía entonces 60 años. Se dice que tras enterarse de la muerte de Isabel, Francisco José I susurró para sí: Ella nunca sabrá cuánto la amaba.