Cada vez que caminamos por la carretera y respiramos la frescura de la ciudad, no podemos evitar elogiarte a ti: los árboles de la calle. Eres tan feliz. En el polvoriento "campo de batalla", "luchas" obstinadamente. Aunque tu habilidad es tan insignificante; aunque tus esfuerzos no pueden cambiar la situación general; aunque tu arduo trabajo es desconocido, todavía estás orgulloso y feliz por esa pequeña contribución; ¡Eres un ejemplo del que podemos aprender! Estás tan triste y al mismo tiempo tan tranquilo. Dejaste la libre y hermosa "gran familia" y te quedaste en esta "trampa" que te hacía usar polvo del que no puedes deshacerte, pero nunca te quejaste, nunca te arrepentiste, nunca te rendiste y siempre tuviste una cara tranquila. tus propias decisiones y lidiar con este mundo complicado. Cuando la gente está acostumbrada a la suciedad y es indiferente al humo y al polvo, a uno le preocupa el medio ambiente de la ciudad y la salud de los ciudadanos. ¿Cuán digno es que aprendamos esto?
Árbol callejero, eres como una vaca. Lo que comes es hierba y lo que exprimes es leche. Eres como una vela encendida, quemándote e iluminando a los demás. Gracias por tu dedicación desinteresada. dedicación, tu terquedad