El arte de la educación no es enseñar habilidades, sino inspirar, despertar y animar a poner una sonrisa de confianza en el rostro de todos. Podemos amplificar adecuadamente las fortalezas de los estudiantes y dejar que la luz de estas fortalezas ilumine sus corazones. Al mismo tiempo, se enseña a los estudiantes a "conocerse a sí mismos", guiarlos para enfrentar sus propios defectos y mejorar gradualmente con firme voluntad. Cuando encendamos una lámpara de corazón para los estudiantes que han perdido el rumbo, déjelos salir del pantano de sus corazones, recuperar su coraje y confianza y izar las velas de sus ideales. Tocar a las personas con emoción y conmoverlas es el arte de enseñar que nuestros maestros han perfeccionado a lo largo de sus vidas. El amor de los maestros se refleja en el cuidado de los estudiantes, especialmente de los estudiantes con dificultades.
Apreciar a los demás es un estado de virtud, una especie de dedicación, una especie de felicidad y una luz brillante que no sólo ilumina a los demás, sino que también se ilumina a uno mismo. Como docentes, no existe un modelo único para todos nosotros. Al enfrentarnos a estos estudiantes con diferentes inteligencias, diferentes niveles de capacidad, diferentes antecedentes familiares, diferentes procesos psicológicos y diferentes experiencias emocionales, debemos tener un corazón amable y tolerante y tolerar todas sus ventajas y desventajas, para que podamos aprovechar los talentos de los estudiantes desde diferentes niveles. El punto brillante es apreciar las diferentes bellezas de diferentes estudiantes, establecer diferentes modelos humanos, dar a diferentes estudiantes diferentes valores y enseñar diferentes características y características.
En resumen, en el proceso educativo debemos ser pacientes, buenos esperando, tolerantes con los estudiantes, permitir que repitan y creer firmemente que cada estudiante puede progresar a través de la educación y su propio esfuerzo.
¿Está bien?