El 11 de marzo de 2011, se produjo un terremoto y un tsunami de magnitud 9,0 en la región del Pacífico nororiental de Japón, que causaron graves impactos en la central nuclear de Fukushima Daiichi y en la central nuclear de Fukushima Oi. El 12 de marzo de 2011, la Agencia de Seguridad Nuclear del Ministerio de Economía, Comercio e Industria de Japón anunció que materiales radiactivos de la central nuclear de Fukushima Daiichi se filtraron al exterior debido a un terremoto. El 12 de abril de 2011, la Agencia de Seguridad Nuclear de Japón (NISA) calificó el accidente nuclear de Fukushima como Nivel 7 (accidente mayor), que es el nivel más alto de accidentes nucleares y el mismo que el de Chernobyl. En la prefectura de Fukushima, unos 380.000 niños fueron sometidos a pruebas de tiroides tras el accidente nuclear. Hasta febrero de 2018, a 159 personas se les había diagnosticado cáncer y se sospechaba que 34 personas tenían cáncer. Actualmente, el pánico nuclear ha sustituido al smog como tema candente en los informes. Hablemos un rato del cambio de color de “nuclear”.
Las centrales nucleares se refieren a centrales eléctricas que utilizan energía nuclear para generar electricidad a gran escala. El reactor es un componente clave de una central nuclear y es donde se produce la fisión en cadena. La principal diferencia entre una central nuclear y nuestras centrales térmicas habituales es el sistema de suministro de vapor. Las centrales térmicas dependen de la energía química liberada al quemar combustibles fósiles (carbón, petróleo o gas natural) para producir vapor. Las centrales nucleares dependen de la energía nuclear liberada por la reacción de fisión nuclear del combustible nuclear para producir vapor.