Lo que más me impresionó fue que una mañana nevada fui a visitar a mi padre a la prisión donde estaba preso. Vi a un anciano con cabello gris y ropa andrajosa caminando hacia mí. ¡ah! ¡Es el padre! Extendí la mano y, aunque estaba separada por la barra de hierro, grité papá: "¿Quién eres?". No te conozco. Rápido, rápido, rápido. "¡Soy tu hija! ¡¡¡Cómo es que no me conoces!!! Mi padre se negó, así que tuve que salir de la prisión.......
Caminé por la calle, copos de nieve. ¡Flota en mi corazón y golpéame! Caminé sin rumbo, pero ¿dónde estaban mi casa y mis familiares? Lo único que me acompañaba era el hilo de huellas y el viento frío... ....