Ese día nos conocimos por primera vez. No vi más que a unos pocos metros de distancia, pero no vi nada más.
Ante esa mirada, nos miramos con recelo, sólo para ocultar nuestra ansiedad interior.
En ese momento, cuando nos vimos por primera vez, extendí mi mano y te tuve en mis brazos. Esta es nuestra primera vez. Las emociones eran muy débiles en ese momento y la confusión dominaba la escena.
En ese momento, me preguntaste si me quedaría el uno con el otro en esta vida. ¡Te dije que eres el único en mi vida!
En ese momento, te besé de repente, mi corazón casi se asfixia, tus ojos me miraron. Quería evitarlo pero finalmente desistí porque en ese momento estaba obsesionado con tu belleza.
Esa vez, la promesa de vida o muerte bajo la luz de la luna, las llamadas entre sí bloquearon todos los rumores e intercambiaron los sentimientos del mundo.
Después de eso, nunca nos rendimos ante las dificultades de la vida y la intersección de risas y lágrimas. Hasta ese día, tus vicisitudes nos separaron. Es solo que mi corazón irá contigo, y mis bendiciones y espera son solo para ti.
El tiempo pasa en silencio, y te extraño en la soledad. Cuando mis padres me detuvieron pensé que mi vida había terminado, pero tu aparición me hizo sentir que Dios no me ha abandonado.
Los días de tomarse de la mano son amargos y dulces. La brecha entre los sueños y la realidad me entristece muchísimo, pero tu ternura calma mi corazón. Durante ese dulce viaje de enero, tú y yo estábamos muy unidos el uno al otro. En ese momento, te acurrucaste en mis brazos, escuchaste mis susurros y sentiste mi lástima.
Tiempos felices siempre fugaces. Cuando vuelva con mis padres, siempre pensaré en ti. Cada vez que escucho noticias sobre ti, me preocuparé por ti y me alegraré por ti, pero sólo puedo guardarlas en silencio en mi corazón.
Tu presencia toca mi corazón, y tu seguridad se relaciona con mi alma. Cuando la cruel realidad estaba a punto de destruir nuestra felicidad, no tuve tiempo para expresar mis pensamientos. Solo quería usar todo lo que tenía para hacer realidad nuestra promesa.
La realidad es cruel. En el último momento, te miré estúpidamente, sólo para volver a mirarte, aunque sea por un momento. Si pudiera verte a salvo, preferiría morir.
No sé si has visto esa mirada, pero mis ojos están llenos de alivio y arrepentimiento. Tu paz es mi mayor deseo y tu amor siempre estará en mi corazón.
Cuando los recuerdos se hayan ido, y la profunda tristeza se mezcle con un toque de bendiciones y arrepentimientos, te envío las últimas bendiciones de mi vida para que encuentres la felicidad que realmente te pertenece, envejezcas. ¡Juntos de la mano y sed felices para siempre!
En el momento en que me di la vuelta, la oscuridad llegó tan repentinamente que no me dejó más tiempo.
El frío era como una marea, inundándome en un abrir y cerrar de ojos y congelando mis pensamientos.
La conciencia pareció quedarse en ese momento, y la mente se quedó en blanco. La única imagen feliz desapareció silenciosamente mientras la cruel realidad se erosionaba...
Quién, en esa cruel realidad, ¿Distante y poco dispuesto a inclinarse? ¿Quién quiere tomar tu mano en el barrio de tus padres? ¿Quién calla en ese silencio y no quiere hablar? ¿Quién, después de darse la vuelta, todavía mira hacia atrás con indiferencia? En el cielo flota el más mínimo susurro, en las nubes los saluditos no desaparecen. En los ojos, centímetro a centímetro, la ternura es como olas. ¿Cuántos arrepentimientos quedan en tu corazón?