El diagnóstico precoz de la tuberculosis ósea es difícil. Muchos pacientes no son diagnosticados en una fase temprana, lo que provoca que no reciban un tratamiento sintomático eficaz y la enfermedad empeora. No sólo el paciente sufre, sino que también dificulta el tratamiento.
De hecho, en el diagnóstico precoz, el interrogatorio detallado de la historia clínica del paciente ayudará a diagnosticar mejor la tuberculosis ósea.
La aparición de la tuberculosis ósea y articular suele ser lenta y los síntomas sistémicos están ocultos. Los pacientes pueden presentar fiebre baja, fatiga, sudores nocturnos, pérdida de apetito y pérdida de peso. Sólo unos pocos casos presentan ataques agudos además de los síntomas anteriores, con fiebre alta en torno a los 39 grados, que se confunde fácilmente con otras infecciones agudas. El diagnóstico será útil para quienes hayan tenido tuberculosis pulmonar, pleuresía, tuberculosis linfática o tuberculosis del sistema urinario en el pasado o al mismo tiempo, tengan antecedentes de contacto cercano con pacientes con tuberculosis o tengan pacientes con tuberculosis en sus familias.