El espesor estándar del cromado duro suele exigirse que sea superior a 20 micras, con una dureza de 800 a 900HV. Se trata de una tecnología que añade una capa de cromo resistente al desgaste, a la temperatura y a la corrosión a la superficie de varios sustratos mediante un proceso de galvanoplastia para mejorar el rendimiento de las piezas. El cromado duro tiene una larga historia y se ha utilizado durante más de 70 años. Su ventaja radica en su menor costo. No sólo se utiliza como revestimiento decorativo, sino que también se utiliza ampliamente para la protección contra el desgaste y la corrosión de piezas mecánicas. Sin embargo, el proceso de cromado duro también presenta problemas medioambientales, como la generación de niebla de ácido crómico y aguas residuales, además de problemas como una dureza relativamente baja, que disminuye con la temperatura, y la existencia de microfisuras que provocan corrosión. La lenta velocidad de deposición también limita su uso en recubrimientos gruesos. En vista de estos problemas, los investigadores científicos han estado explorando nuevos procesos para reemplazar el cromado duro. Actualmente, se han desarrollado y aplicado una variedad de nuevos métodos para mejorar estos problemas.