En el siglo II a.C., Siracusa, una antigua ciudad-estado griega, produjo un gigante científico, Arquímedes.
Arquímedes nació en una familia noble en Siracusa. Su padre era astrónomo. Bajo la influencia de su padre, a Arquímedes le encantaba aprender, era bueno pensando y le gustaba debatir desde pequeño. Cuando creció, viajó a través del océano para estudiar en Alejandría, Egipto. Aprendió filosofía, matemáticas, astronomía, física y otros conocimientos de Conon, un alumno de Euclides, un científico famoso en ese momento. Finalmente, aprendió sobre la antigüedad y el presente, y dominó la rica herencia cultural griega. Después de regresar a Siracusa, Arquímedes insistió en mantener contacto con los eruditos de Alejandría e intercambiar resultados de investigaciones científicas. Heredó el rigor de Euclides en la demostración de teoremas y confió en su ingenio para ampliar el campo de la investigación científica y lograr logros asombrosos.