Cae la lluvia en forma de aguja de flores de peral. Me senté junto a la ventana, mirando la llovizna fuera de la ventana, y no pude evitar pensar en ello.
Ese día estaba lloviendo. Después de hacer compras en la calle, regresé a casa con la carga completa como un general victorioso. Tal vez caminaba con prisa, pero una moneda de cinco centavos salió juguetonamente de su bolsillo. Sólo quería extender la mano y recogerlo, y entonces se me ocurrió que eran sólo cincuenta centavos. ¿Algo para recoger? Si ese compañero ve esto y se lo cuenta a todos, ¿no me convertiría yo en el "centro" de la nueva clase? No quiero que mis compañeros me llamen tacaño. Pensando en esto, retiré la mano y seguí caminando a casa.
"Hermano, tu dinero está perdido." Una voz como una campana de plata llegó a mis oídos. Rápidamente me di vuelta y vi a una joven que no reconocí, caminando hacia mí con los cincuenta centavos. La trenza atada en su cabeza ondeaba como un látigo; su carita mostraba inocencia y ternura. Tal vez fue impaciencia, tal vez el camino estaba resbaladizo, tal vez tropezó con una piedra y con un pop, la joven cayó pesadamente al suelo. De repente, su vestido blanco de princesa se mojó y ensució, y su rostro se cubrió de barro. Pero ella lo descartó todo, se levantó obstinadamente, cojeó hacia mí, me entregó el dinero y dijo sin aliento: "¡Hermano, tu dinero!" "Escuché. Me sentí tan avergonzada que mi cara se puso roja como un camarón cocido. Dijo tímidamente: "Gracias hermanita, pero tu ropa está tan sucia, ¿no te regañará tu madre?" La joven me miró directamente a los ojos y dijo inocentemente: "Mamá dijo que recoger dinero es un buen chico y que mi madre no me regañará si tengo la ropa sucia". "Después de escuchar las palabras de la joven, me conmovió profundamente y pensé: Esta joven es tan blanca como una gota de rocío, cristalina.
La lluvia sigue cayendo, pero yo todavía inmerso en recuerdos.