Después del desayuno, recogí mi mochila y me fui a la escuela. Otro día comencé a tener un contacto cercano con la maestra. La maestra nos enseñó muchos conocimientos y nos enseñó a ser un niño diligente, patriótico y recto. Agradezco al maestro. Cuando estamos heridos, es el maestro quien cura nuestras heridas con manos suaves. Cuando estamos felices, los profesores comparten la felicidad con nosotros. Cuando cometemos errores, el profesor nos corrige. Cuando estábamos orgullosos, la maestra nos dijo seriamente que un pavo real orgulloso no puede volar alto. Estoy agradecido a mis profesores. Ella nunca pidió a sus alumnos que fueran pinos en la montaña en lugar de maleza al pie de la montaña. A ella nunca le importó si sus alumnos hacían flores u hojas verdes. A menudo nos dice que cada uno tiene su propio punto brillante. Sigue investigando y siempre habrá alguno. Dijo que sin el fondo de hojas verdes, las flores no pueden mostrar su belleza. Aunque ella no es una filósofa, solo una maestra común y corriente, sus palabras me enseñaron la gratitud y nos permitieron saber qué es la vida real.
Cuando terminé mi día en la escuela y llegué a casa con mi pesada mochila, vi el rostro amable de mi abuela, el rostro sonriente de mi papá y las comidas calientes de mi mamá. Estoy agradecido por nuestro hermoso hogar: mi parada emocional y mi refugio seguro.
La gratitud permite a las personas ver todas las cosas buenas de la vida. Seamos un pueblo agradecido. ¿No es este un mundo maravilloso?
Aprendí a ser fuerte.