Una nueva apreciación del último poema en prosa fuerte

Es otra mañana oscura.

La multitud en la calle delataba un deseo confuso.

Llegué a la cafetería y había concertado una cita con mi amante.

Dijo que ésta era la última vez que nos veríamos.

Mirándola, parecía orgullosa pero no triste.

Sabía que lo que necesitaba era Chanel y un anillo de diamantes.

La observé tranquilamente mientras se alejaba en un coche azul.

Corro hacia una confusión sin igual.

Ella es el sol que se refleja en mi vida.

Pero ahora mi mundo sólo puede lidiar con la oscuridad.

No sé adónde ir.

Ahora soy como una piedra al borde del camino, nadie se preocupa por mí

Sé que todavía la amo profundamente.

Pero en su corazón, el pan siempre es más confiable que el amor

No tengo miedo de encontrarla algún día en la calle.

Me temo que cada vez que nos encontramos en un sueño

el momento ella elige romper.

No le dejé ver las lágrimas en mis ojos

Porque esa fue mi última fortaleza

Mamá, Isabel me dejó ayer.

Intenté adormecerme con cigarrillos y alcohol.

Pero todavía no puede reemplazar la amargura en mi corazón.

Sabes que me he esforzado mucho en demostrar mi valía.

Pero algunas cosas nunca pueden volver atrás.

La abuela vende un mañana roto en la calle.

Los niños indefensos cantan canciones entrecortadas.

Las oraciones miran hacia arriba en cada amanecer.

La gente buena camina en el desierto del dolor

Hielo y niebla cubrieron mis ojos.

Tengo una sensación del infierno

Cuando veo gente como yo caminando con prisa

Cuando veo mi destino esperando ser anunciado

Cuando veo la apisonadora de los sueños aplastando el humo de la mañana.

Solo el miedo me destroza

Mamá, dijiste que de las viejas heridas surgirán tejidos nuevos.

Pero esa dulzura y felicidad nunca podrán volver a encontrarse.

No tienes idea de lo que esto significa para mí.

Pero mamá, no te contaré mi dolor.

Porque esa es mi última fortaleza