Alrededor del año 3000 a.C., en el antiguo Egipto, los primeros gatos domesticados se utilizaban para controlar plagas de roedores y poco a poco se convirtieron en un querido compañero de familia e incluso adorados como un dios. Los egipcios quedaron tan impresionados por este cazador ágil, atlético y sigiloso que podía matar ratas que comenzaron a tratarlas como objetos sagrados.
Los egipcios llamaban a estos dioses "MIW". Cuando el gato muera, el dueño celebrará una ceremonia conmemorativa, le aplicará aceite antiséptico, lo pondrá en un ataúd y lo enviará al Templo de Bastian en Bastis. Los antiguos egipcios momificaron una gran cantidad de gatos muertos y los científicos estudiaron estas momias de gatos para demostrar que los gatos domésticos se originaron a partir de gatos salvajes africanos. En la antigüedad, los gatos fueron domesticados en el Lejano Oriente, pero más tarde que en Egipto. Algunas autoridades creen que los gatos comenzaron a tenerse en China en el año 2000 a.C., mientras que otros creen que China no empezó a tener gatos hasta el año 400 d.C.
Los gatos domésticos se extendieron desde Egipto hasta Italia y luego gradualmente por toda Europa, ganando "admiradores" en muchos países. Pero en la Edad Media los gatos tenían mala suerte. No dispuesta a asociarse con ídolos paganos, la iglesia cristiana lanzó una campaña para perseguir a los gatos. Quizás debido a la increíble agilidad de los gatos, las personas supersticiosas creían que las brujas podían transformarse en gatos. Esta visión tuvo consecuencias desafortunadas para los gatos: los cristianos a menudo los quemaban vivos porque creían que los gatos eran la encarnación del diablo. Sin embargo, a medida que se reconoció una vez más la utilidad de los gatos, la naturaleza no deseada de los gatos desapareció gradualmente. En el siglo XVIII, los gatos volvieron a ser un animal común en los hogares.
En el siglo XIX la tenencia de gatos ya era muy popular. A finales de 1919, la primera exposición de gatos exhibió los primeros gatos de pura raza.