En 1850, el inglés Joseph Wilson Swann comenzó a estudiar la luz eléctrica. En 1878, obtuvo una patente británica para una bombilla alimentada por filamentos de carbono al vacío y comenzó a crear una empresa en Inglaterra para instalar luces eléctricas en todos los hogares.
En 1874, dos técnicos electricistas canadienses solicitaron una patente para la luz eléctrica. Llenaron una bombilla de vidrio con nitrógeno y activaron una varilla de carbono para hacerla brillar. Pero no tenían suficiente dinero para seguir desarrollando el invento, por lo que vendieron la patente a Edison en 1875.
Después de que Edison comprara la patente, intentó mejorar el filamento utilizado. En 1879, reemplazó la bombilla por una de filamento de carbono y duró con éxito 13 horas. En 1880, su bombilla de filamento de bambú carbonizado se había mantenido con éxito en el laboratorio durante 1200 horas. Pero en Inglaterra, Swann demandó a Edison por infracción de patente y ganó. La empresa de iluminación eléctrica de Edison en Inglaterra se vio obligada a asociar a Swann. Pero luego Swann vendió sus derechos y patentes a Edison. En Estados Unidos, también se cuestionaron las patentes de Edison. La Oficina de Patentes de Estados Unidos dictaminó una vez que su invención tenía antecedentes penales y no era válida. Finalmente, después de años de litigio, Edison obtuvo la patente de la lámpara incandescente de filamento de carbono.
El mayor descubrimiento de Edison fue utilizar tungsteno en lugar de carbono como filamento. Más tarde, en 1906, General Electric inventó un método para fabricar filamentos de tungsteno para lámparas eléctricas. Finalmente, se resolvió un método para fabricar filamentos de tungsteno de forma económica y todavía se utilizan bombillas de filamento de tungsteno en la actualidad.
El mayor problema de las bombillas es la sublimación del filamento. La temperatura es diferente debido a la pequeña diferencia de resistencia del alambre de tungsteno. Cuando la resistencia es alta, la temperatura aumenta y el alambre de tungsteno se sublima más rápido, lo que hace que el alambre de tungsteno se vuelva más delgado y la resistencia aumente aún más. Finalmente el alambre de tungsteno se quemó. Más tarde se descubrió que sustituir el vacío por un gas inerte podía ralentizar la sublimación del alambre de tungsteno. Hoy en día, la mayoría de las bombillas están llenas de gas nitrógeno, argón o criptón.
Las lámparas incandescentes modernas suelen tener una vida útil de unas 1.000 horas.